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Doctrinas Fundamentales - Lucha carnal
Índice del artículo
Lucha carnal
Entendemos por lucha carnal toda clase de pleitos, contiendas, riñas, disputas, altercados, enemistades, peleas, guerras, etc., que el hombre pueda tener contra su prójimo. El creyente fiel debe repudiar cualquier forma de lucha carnal y recordar que la doctrina que enseñó y practicó Yahshúa es una doctrina de paz. En la epístola a los Hebreos, encontramos el mandato, "seguid la paz para con todos." (Hebreos 12:14 P. P.). Nuestro Salvador, hablando sobre la diferencia en el obrar de la dispensación antigua y la presente, indicó: "Oísteis que fue dicho a los antiguos; ojo por ojo y diente por diente. Mas yo os digo: No os resistáis al mal, antes a cualquiera que te hiere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra; y el que quisiere ponerte en pleito y tomarte tu ropa, déjale también la capa" (Mateo 5:38-40). El mesianismo no promueve la violencia, promueve la paz. La manera de obrar hacia aquel que nos procura hacer mal es la siguiente, según lo enseñado por Saulo: "No paguéis a nadie mal por mal, procurad lo bueno delante de todos los hombres. Haced posible y cuanto de vosotros depende, tened paz con todo. No os toméis la justicia por vosotros mismos, amados. Antes dad lugar a la ira de Yahweh; pues escrito está: Mía es la venganza, yo haré justicia, dice Yahweh (Romanos 12: 17-19).
Los pleitos, las iras, las contiendas, las enemistades, las disensiones, los conflictos, siendo todos ellos frutos de la carne, impiden la entrada al reino de Yahweh, según se afirma en Gálatas 5:19-21.
Lejos de que el creyente llegue a aborrecer a sus enemigos, la doctrina mesiánica impulsa a amar a sus enemigos (Mateo 5:44). ¿Si amamos a los que nos aman, qué recompensa tendremos? ¿No hacen eso también los que no conocen a Yahweh? Tenemos que ser perfectos, así como es perfecto nuestro Padre Celestial. (Mat. 5:45-48).
En el corazón de un creyente no habrá lugar para salir a combatir en una guerra. Algunos que son llamados por la milicia acuden como objetores por conciencia. Esto es, no desean enlistarse en el ejército para tomar un arma en sus manos, pero sí para servir en cualquier otra área. Todo miembro de la Congregación de Yahweh, se opondrá a participar en toda guerra carnal, máxime cuando ésta lo puede llevar a herir y aún a matar a su prójimo. Siendo que Yahweh dice en su Palabra, "No matarás", es menester "obedecer a Yahweh, antes que a los hombres", o que juzgue el mismo hombre si es justo delante del Eterno, obedecer a los hombres antes que a Yahweh (Hech. 5:29; 4:19).
Yahshúa dijo que su reino no es de este mundo (Juan 18: 36). ¿Porqué tendríamos que inmiscuirnos en guerras humanas estériles? Nuestro amado Salvador amonestó severamente a Pedro cuando quiso defenderlo, diciéndole: "Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomaren espadas, a espada perecerán" (Mateo 26:51-52, Juan 18:10).
La verdadera guerra del creyente, no es la guerra carnal, sino la espiritual. "Porque no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos en los aires" (Efe. 6:12-13). Por eso, "las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Yahweh, para derribar fortalezas; destruir toda altanería que se levante contra la ciencia de Yahweh (2 Corintios 10:4-5 p.p.).
Fundamento Escritural
Las guerras vienen de nuestras propias pasiones. Sant. 4:1
Somos soldados del ejército espiritual. Rom. 6:17-19
Yahshúa advirtió a su pueblo a no matar. Mat. 5:21-22
Debemos amar aún a nuestros enemigos. Mat. 5:44
Los que a espada mataren a espada morirán. Mat. 26:52
No debemos tomar venganza. Rom. 12:19-21
Debe reinar la paz del Mesías en nuestros corazones. Col. 3:15
El mesianismo no promueve la guerra sino la paz. Mat. 5:38-40
No debemos pagar a nadie mal por mal. Rom. 12:17-19
Debemos amar al prójimo como a nosotros mismos. Mat. 22: 39
No habrá más guerras en el reino venidero. Isaias 2:4
Debemos mantenemos serenos aunque seamos provocados. Ecle. 10:4
Aunque somos carne, no militamos según la carne. 2 Cori. 10:3-5